jueves, 10 de septiembre de 2015

Narrativa terrorífica o gótica

Lo que concierne a la literatura gótica no es un género que naciese súbitamente en el siglo XVIII o que resurgiese en una época determinada, sino un mismo género, el de lo sobrenatural que, en el siglo XVIII, puso de moda unos elementos de ambientación muy concretos, los cuales simplemente sustituyen a otros, y que, en el futuro habrían de ser a su vez sustituidos por las nuevas tendencias que impone la evolución de la historia de la humanidad, pero que, básicamente, la cripta de El monje y la cabina de la nave Nostromus cumplen exactamente el mismo cometido, así como Frankenstein y Madre o Nexus 6. 

El miedo, los miedos clásicos, primigenios, no son un invento gótico –como algunos sostienen–. En el presente, las formas de huida o evasión se han ampliado gracias a los mayores conocimientos que se poseen y pueden emplearse con naturalidad sin pecar de irracionales: los personajes pueden nacer y vivir en una nave espacial, no hay problema, pero si se quiere una desintoxicación de tanta moda de visión futurista, es posible hacerlos convivir con los cruzados, con los antiguos egipcios e incluso con los neandertales. Hoy día, hay cientos de novelas con esos temas, consecuencia de la popularización de los estudios universitarios y la accesibilidad a todo tipo de documentación. Y esos temas, por tanto, se basan en las mismas causas no premeditadas por las que la Edad Media se puso de moda en el siglo XVIII: los descubrimientos de las ruinas de Herculano y Pompeya y de las ruinas medievales dieron lugar a obsesivos estudios sobre el pasado que marcaron el arte y el pensamiento de toda una época. 

La ciencia, la técnica y el apogeo del conocimiento sobre el pasado de la humanidad están marcando la nuestra, que, literariamente (y cinematográficamente) se traduce de manera simultánea y paradójica en el auge (no en el nacimiento, que se produjo hace mucho) de la ciencia ficción y de la novela histórica. Por lo tanto, desde la lejana perspectiva que nos permite la visión del conjunto de la historia, vemos que la llamada narrativa gótica clásica del siglo XVIII no hace sino introducir una pequeñas variaciones en el más viejo tema de la humanidad: lo sobrenatural, y, por lo tanto, ni nace en el siglo XVIII (¿o es que se puede concebir una escena más gótica que Caronte sumido en las tinieblas de la laguna Estigia, con el rumor de los muertos como fondo, y transportando en su barca las almas de los nuevos difuntos?) ni muere, simplemente, como la energía o los dinosaurios, se transforma. Teniendo en cuenta estos principios, al aludir a una novela como gótica se refiere a aquella –cualquiera que sea la época en que haya sido escrita– que propone un viaje al interior de la mente humana utilizando y, a la vez desnudando, sus miedos primigenios. No hay elementos sobrenaturales en Rebeca; sin embargo, el terror a lo desconocido, al pasado, a la soledad, a la ausencia de amor son constantes hasta el fin de la obra. 

Los teóricos de la literatura han empleado mucho tiempo en delimitaciones temporales y subcategorizaciones de la novela gótica —a saber: 

1) Negro, puro, alto, histórico o domesticado, representado por Walpole y Sophia Lee, diferenciado por la falta de explicación a los fenómenos sobrenaturales.
2) Gótico explicado o ilusorio, cuya máxima exponente es Ann Radcliffe, donde todo encuentra una explicación racional.
3) Gótico satánico, representado por Mathew Gregory Lewis, donde lo explicado y lo inexplicado se mezclan y los hechos se presentan de forma ruda, sin una previa aclimatación al terror, continuado por Maturin 
4) Realismo negro
5) Gótico filosófico o didáctico
6) Gótico marginal o paródico; y puede que más... —, limitándose a menudo al siglo XVIII y principios del XIX, con lo cual únicamente Walpole, Radcliffe, Maturin y Lewis destacan en la lista. Para otros, la acepción es mucho más amplia e incluye a la práctica totalidad de los grandes autores de la literatura occidental. 

La narrativa terrorífica o gótica exige una concentración máxima para lograr la esencia emocional y vivencial del autor (aunque transmutada hasta lo irreconocible); junto con ello, los elementos simbólicos que aparecen en el texto gótico son comunes al inconsciente de todos; la narrativa gótica se caracteriza por su capacidad para captar la atención e inducir a la más profunda concentración al lector, por penetrar en su cerebro y mostrarle sus propios fantasmas y deseos. 

En su estructura se pueden reconocer los sótanos y criptas del deseo reprimido, los desvanes y campanarios de la neurosis, lo mismo que aceptamos la invitación de Maturin a leer el palacio encantado del poema como la alegoría de la mente de un loco. 

Los elementos sobrenaturales y de fantasía son tan inherentes al género humano que sus primeras obras literarias (por no hablar de sus creencias) son estrictamente fantásticas. Lo que le da unidad al relato gótico son esos ambientes desconocidos: desde las islas de La Odisea, los castillos de Los misterios de Udolfo, el centro de la tierra o el viaje a la luna de Jules Verne, hasta el mundo futuro de Un mundo feliz. Lugares y épocas pasadas o inexistentes que no puedan recordarnos nuestro presente (ambientación en la Edad Media durante el siglo XVIII; a finales del siglo XX en planetas desconocidos, naves espaciales, épocas futuras, pero también en épocas pasadas, no se olvide el auge actual de la novela histórica, el cual no es más que otra forma de viaje de la imaginación que responde a los mismos intereses señalados). Cuantos más viajes, ya sean geográficos o incluso temporales (al pasado o al futuro: La máquina del tiempo) se realicen mejor. Viajar es igual a huir: de los problemas, de los disgustos... 

Los personajes tienden a convertirse en seres fascinantes: del sin par Ulises al ciber-héroe de ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? pasando por El Cid Campeador, Heathcliff o el marido misterioso y el ama de llaves de Rebeca. En la novela gótica, los personajes son siempre inteligentes, con enigmáticos misterios, conscientes de su culpa (El monje), atractivos (Cumbres borrascosas).

El peligro es elemento axial o unitivo de la narración terrorífica, y mucho mejor si viene de la mano de seres aparentemente irreductibles, siguiendo la tradición clásica griega. 

Por último, está el personaje femenino en apuros, es decir, la hermosa muchacha que es salvada por un héroe o por el amor que éste trae consigo y con un papel secundario; esto se da en el gótico puro, a pesar del pleno proceso de emancipación femenina, y que los más importantes representantes de este género sean mujeres. 

Alemana
Johan Christoph Friedrich von Schiller (1759 - 1805): The Ghostseer, or the Armenian.
Johan Wolfgang Goethe (1749 - 1832): La novia de Corinto.

España
Vicente Martínez Colomer (1762 - 1820): El Valdemoro.

Estados Unidos
Charles Brockden Brown (1771 - 1810): Wieland or the Transformation; Arthur Mervyn; Edgar Huntly. 

Francia
DonatienAlphonse-François de Sade, “Marqués de Sade” (1740  1814): Justine o los infortunios de la virtud.
François-Guillaume Ducray-Duminil (1761 - 1819) : Víctor o el muchacho del bosque ; Coelina o muchacho del misterio.
François-Marie Arouet, “Voltaire” (1694 - 1778): Cándido o el optimismo; Zadig o el destino; Micromegas; Vampiros.
Francois-Thomas-Marie de Baculard d’Arnaud (1718 - 1805): Pruebas de sensatez; Relatos hitóricos.
Jacques Cazotte (1719  1792): El diablo enamorado.
Stéphanie-Félicité Ducrest de Saint-Aubin, “Condesa de Genlis”, “Marquesa de Silléry” (1746  1830): Adela; Teodora.

Inglaterra
Anna Lætitia Aikin Barbauld (1743 - 1825): Sir Bertram.
Anne Bannerman (1765 - 1829): Tales of Superstition and Chivalry.
Anne Ward Radcliffe (1764  1823): La novela del bosque; Gastón de Blondeville; Los misterios de Udolfo; El italiano o el confesionario de los penitentes negros.
Clara Reeve (1729 - 1807): The Old English Baron.
Daniel Defoe (1661  1731): Cuentos de crímenes y fantasmas; La aparición de Mr. Veal.
Elizabeth Carter (1717 - 1806): On the Death of a Friend; Elegy on the Death of Miss Sutton; Epitaph on a Young Lady; Ode to Melancholy; Thoughts at Midnight.
Göttfried August Bürger (1747 - 1794): Leonore.
Horace Walpole (1717  1797): El castillo de Otranto.
James Beattie (1735 - 1803): Elegy; Epitaph; The Minstrel.
James Hogg (1770 - 1835): Memorias privadas y confesiones de un pecador justificado.
Jane Austen (1775  1817): La abadía de Northanger.
Maria Edgeworth (1767 - 1849): Castle Rackrent.
Mark Akenside (1721 - 1770): The Pleasures of Imagination.
Matthew Gregory Lewis (1775  1818): Ambrosio o el monje; El espectro del castillo; Historia de terror; Alonzo el Bravo y la bella Imogen; La anaconda.
Robert Blair (1699 - 1746): The Grave.
Robert Burns (1759 – 1796): Tam O’Shanter; Halloween.
Samuel Richardson (1689  1761): Clarisa Harlowe o la historia de una joven dama.
Sophia Lee (1750 - 1824): The Recess, or a Tale of Other Times.
William Beckford (1760 - 1844): Vatheck.
William Godwin (1756 - 1836): Caleb Williams.

Polonia
Jan Potocki (1761 - 1815): Manuscrito encontrado en Zaragoza.

martes, 21 de julio de 2015

Siglo XIX-2: Posromaticismo

Al promediar el siglo XIX, el Romanticismo ya había producido sus expresiones artísticas más representativas. Sus portaestandartes de antaño estaban consagrados, y la mayoría empezaba a trascender hacia nuevas modalidades estéticas, de la misma manera que algunos de la generación anterior, partiendo del Neoclasicismo, habían avanzado hacia los cánones románticos. Sin embargo, es necesario detallar que la penetración de las nuevas escuelas no subestimaron al Romanticismo completamente, pues, si bien su apogeo se apagaba, continuaría latente su impronta ya no como movimiento, pero sí como tendencia.

El cambio estético en el orden artístico y literario sobrevino debido a circunstancias históricas que provocaron la llamada crisis de conciencia en los artistas en relación con lo que los rodeaba. Trataban de explicar los problemas humanos circundantes que habían surgido a raíz del desarrollo inusitado de la industria y la tecnología desde una perspectiva materialista y experimental, o explicado de otra forma, desde un punto de vista positivista. De aquí que abandonaran las nebulosas zonas de la fantasía y pusieran freno decididamente al paso alocado de la libertad para dar cabida, de nuevo, a la verdad, al buen sentido y a lo trascendental. Esto en una etapa preliminar de la que nacieron el Realismo y el Naturalismo; pero, igualmente, la inconstancia y la poca satisfacción que descorazonaba a los hombres, así como la nimia resolución que brindaban estas tendencias, originaron tal decadentismo que los artistas, movidos por un sentimiento de soledad, se refugiaron en un arte evasivo y frívolo, en respuesta al “mal de siècle”, la neurosis, auspiciado por diversas escuelas que tendían al preciosismo, a lo rococó, al artepurismo, a la ilusión, a lo artístico, a lo bizantino, a lo elitista y a lo quintaesenciado, entre las que sobresalieron, a finales de siglo, el Parnasianismo, el Impresionismo y el Simbolismo en Francia; el Prerrafaelismo en Inglaterra; el Bohemismo en Bélgica; el Modernismo en Hispanoamérica y España.

REALISMO
Como se ha dicho, el artista y el literato, conmovidos por los problemas manifiestos a raíz del desarrollo de la época, empezaron a preocuparse por ellos de una manera realista. Ya no deseaban reflejar o interpretar las costumbres de tiempos remotos, casi siempre vistas a través de un prisma falso, distorsionado y carente de valoración real, sino que aspiraban a que este arte fuese un trozo de vida, una reproducción de la realidad, desechando cualquier rasgo abusivo de sentimentalismo artificial. Esta reproducción de la realidad cobró matices distintos en los diversos países europeos: en Francia, de manera patológica y violenta; en Inglaterra y Estados Unidos, de forma alegórica y caricaturesca; en los países eslavos y escandinavos, el matiz fue de carácter religioso y de elevadas aspiraciones; mientras que, en España, Italia e Hispanoamérica, como sucedía con casi todas las manifestaciones de desarrollo artístico, ésta se mostró más o menos heterogénea, ecléctica o sincrética y todavía con rasgos románticos y mezclada con un fuerte costumbrismo.

El Realismo como escuela consciente de reacción ante el Romanticismo surgió en Francia entre 1840 y 1860, el cual no se debe confundir con el procedimiento literario que es muy antiguo como las mismas artes y letras y del cual, incluso, se basaron muchos de los autores románticos a la hora de describir las costumbres y tradiciones en sus cuadros de costumbres o relatos costumbristas. Tiene su origen en el sensualismo científico de August Comte llamado Positivismo que constituyó otra forma de explicar, sencilla y tradicionalmente, la inteligencia y la voluntad mediante las sensaciones, ciñéndose a la objetividad y la fidelidad con el entorno totales y precisas. 

En la literatura, sirvió para que los autores se interesaran por el presente, la realidad inmediata, viendo en ella un medio parra exponer las circunstancias de manera objetiva y criticar los vicios y los defectos de la sociedad de entonces. Son muchos los autores realistas, pero lo que pusieron las bases del tal escuela, exponiendo sus obras como cánones que fueron seguidos por otros, están: en Francia, Flaubert (considerado el padre), Champfleury, los hermanos Goncourt, Duranty, Barbey d’Aurevilly, Vallès, Paul Arène, Bourget y Fromentin; en Inglaterra, Charles Dickens, M. Thackeray, Meredith, George Elliot, Trollope, Charlotte Brontë, Kingsley; en Rusia, Turguéniev, Dostoyevsky, Gogol; en Alemania, Wagner, Hebbel, Heyse, Keller, Raabe, Storm; en Italia, Amicis, Oriani y Capuana; en Portugal, Eça de Queiroz y Teixeira de Queiroz; en España, Alarcón, Valera, Galdós, Pereda, Palacio Valdés. En las artes plásticas, principalmente en la pintura, con el llamado Expresionismo se trató de reproducir con exactitud la naturaleza y despertar la conciencia social de la época al plasmar la vida de las clases inferiores; se destacaron los franceses Jean François Millet y Jules Breton.  La música realista tuvo sus egregios expositores como Bizet y Massenet en el país galo, y los veristas Leoncavallo y Giordano en Italia.

Características generales del Realismo

- Significa el equilibrio y la perfección técnica frente a la exaltación romántica.

- Formalmente, hay una pérdida gradual de lo poético y un predominio de lo conceptual.

- En el fondo, se presentan tesis morales tomadas del ambiente sociológico y filosófico de la época, de aquí que se genere una ideología socializante y anticlerical.

- Se da una reproducción pormenorizada de la realidad: se preocupa de todos aquellos aspectos exteriores de la vida que son descritos impersonalmente observando un detalle concreto llamado color local y tratando de ser eminentemente objetivo. 

- Tiene una finalidad docente y moralizadora con la que el autor se arroga atribuciones de moralista y convierte su obra en un arma polémica.

- El apego a la realidad llevó a los autores a interesarse por lo cotidiano, a buscar la verdad, a observar en vez de imaginar y a contar lo insignificante, lo anodino, lo cotidiano y lo vulgar. Algunas veces, tan sólo se da una somera proyección hacia un idealismo más o menos cristiano, no siempre libre de pseudomisticismo moroboso, fruto casi siempre de la escasa formación religiosa de los escritores.

- En su gran mayoría, los escritores se muestran pesimistas, pero equilibrados y sensatos, atendiendo al concepto práctico de la vida.

- Se les da importancia a las ciencias por medio de la literatura, mediante la constante alusión de patologías, conceptos médicos y científicos en general.

- Los personajes puestos en acción son de diversa índole, de distintos estratos sociales, con todas sus diferencias. Se prefieren las clases burguesas o bajas, así como las bajas en general. A su vez, no hay idealización de los personajes ni su utilización, sino que se analiza con gran precisión su psicología y, algunas veces, se caricaturizan sus defectos.

- Temporalmente, no localizan al hombre en el pasado lejano, inmerso en una naturaleza subjetiva e idealizada, sino en el presente inmediato junto con su historia.

- El espacio donde se desarrollan los hechos no es el lejano Oriente exótico y pretérito, ni el mundo medioeval y místico, sino el urbano o el regional: la ciudad con sus dos caras (la burguesa y la de las clases trabajadoras o pobres), huertos provincianos, playas pueblerinas, todo aquello que sea familiar al autor, concebido como un simple marco de exposición de hechos.

- Se emplea un lenguaje de acuerdo con la condición social y educativa de los personajes; por lo tanto, no se desdeña el empleo de voces vulgares y plebeyas, ni la frecuente insertación de extranjerismos (galicismos y anglicismos) con lo cual las clases privilegiadas esmaltaban o aderezan sus coloquios. En suma, se produce el divorcio entre lengua literaria y lengua real, la vivida, la hablada. Se da una mayor mímesis en los parlamentos de los personajes, tal y como lo hacen en la vida real.

- El estilo está relacionado con el lenguaje, el cual es generalmente sobrio y menos afectado, en contraposición a la retórica romántica llena de adjetivación y sublimación estilística.

- El Realismo se expresó en la literatura preferentemente por medio del género narrativo (cuento y novela), mediante dos tipos fundamentales de relatos: el de tesis o tendencioso, que buscaba comprobar algún postulado o simplemente criticar las costumbres de la sociedad urbana, y el de costumbres o regional –que no se debe confundir con el género costumbrista, de carácter meramente pintoresco e ilustrativo–, cuyo interés se centraba no sólo en presentar las tradiciones rurales, sino atacarlas y mostrarlas como la semilla o el germen del atraso, la ignoracia e incivilización en que se hallaban sumidos muchos pueblos.

- La finalidad descriptiva a que tiende el Realismo produce una escasez y parálisis en el desarrollo de la acción, de aquí que quede ésta anquilosada sin mostrarse en los personajes un proceso de degradación o mejoramiento, así como tampoco evoluciones psicológicas, pero sí transformaciones sociales, en algunos casos.

- En la obras realistas abunda un tono irónico que complementa la actitud crítica y ridiculizadora.

NATURALISMO
Es difícil precisar en qué consiste el Naturalismo del siglo XIX, ya que como movimiento espiritual es tan viejo como el hombre mismo. Todas las escuelas o agrupaciones filosóficas que se han remitido a la naturaleza, de una manera u otra, –como el clasicismo renacentista y el neoclasicismo dieciochesco– han intentado reproducirla y ésta ha sido su primer principio, ya que han considerado a la realidad como un conjunto, cuyas manifestaciones particulares pueden explicarse de acuerdo con patrones científicos. Como corriente artística y literaria, surgió en Francia en la segunda mitad del siglo XIX al presentarse como una exageración del Realismo insatisfecho, el cual atendía a lo perceptible de los sentidos, al punto de develar una naturaleza que también tiene su lado oculto, su secreto misterio, y, al referirse a la naturaleza toda, la interna y la externa, el artista y el literato presentaron una doctrina: el Naturalismo.

Se propone como momento decisivo para limitar el arranque de la tendencia naturalista el año de 1880, cuando el autor francés Émile Zola publicó su novela Nana (que conformaría el ciclo de Rougon Macquart). Sin embargo, ya desde algunos años atrás, autores –como los hermanos Goncourt e Hippolythe Taine– ya habían empezado a experimentar con motivos y rasgos que son propios del Naturalismo. En el año de 1865, el libro del doctor Claude Bérnard que se titulaba Introducción al estudio de la medicina experimental y, en 1868, el estudio del Charles Letourneau, Fisiología de las pasiones, permitieron a Zola lanzar, a guisa de manifiesto naturalista, su texto titulado La novela experimental, en el cual cuestiona la manera realista de narrar y sustituye la palabra médico por la de escritor, para así poner en relieve las descripciones de costumbres burguesas y obreras desde un ángulo sucio, grotesco, patético, morboso, escatológico. De acuerdo con las ideas de la lucha de las especies y las concepciones deterministas, convirtió el texto literario en un laboratorio cuya finalidad era demostrar que un individuo cualquiera, con una herencia específica (principalmente con taras de alcoholismo, prostitución, etc.), aunque desee huir de ella alejándose del ambiente depravador, sus genes no le permiten actuar de otra forma que la designada por ellos. Gradualmente, empezaron a surgir discípulos de Zola, quienes se reunían a deliberar en su casa del barrio Médan, donde fundaron el círculo que lleva el mismo nombre. Este círculo estuvo constituido, principalmente, por los autores franceses Mauppassant, Daudet, Rénard, Fabre, Pouvillon, Le Goffic, Mirbeau, Huyssman (en un su primera etapa), entre otros. En países como Inglaterra se distinguieron, dentro del Naturalismo, Hardy, Butler, Gissing y Moore; en Rusia, León Tostoi recreó las concepciones originales y dio pie a una modalidad espiritualista; en Italia están los veristas Verga, Fogazzaro y Deledda; en Alemania se inclinaron hacia esta tendencia Sudermann, Halbe y Wedekind, entre otros muchos; en Portugal, Bothelho, Magalhaes y Braga; en España, la condesa Emilia Pardo Bazán, Leopoldo Alas “Clarín” y José Blasco Ibáñez. 

El Naturalismo tuvo gran difusión en la pintura, cuyas máximas o reglas consistían en la veracidad y la acción política, lo que permitió desarrollar, además, una inclinación al paisaje; los más genuinos representantes fueron Gustave Courbet, Ribot, Vollon y Corot. Dentro del campo musical, descuella Gustave Charpentier.

Características generales del Naturalismo

- El Naturalismo exige la reproducción exacta de la realidad y recoge, con especial interés, su cara cotidiana, prosaica, vulgar, canallesca e incluso desagradable y lumpen, según el temperamento de cada autor, tratando sobre todo de explicarla.

- Protesta contra la tiranía académica y reclama la abolición de las reglas clásicas –rasgo coicidente con el Romanticismo–, por lo que queda disminuida la intención literaria del texto al convertirse en un mero documento científico.

- Se da una sobrevaloración de lo patológico y morboso y se no vacila en deformar, exagerar o reinventar la realidad con el fin de realzar los defectos, errores, bajezas y corrupciones, ello con el objeto de conseguir lo que busca el autor, es decir, la degradación de los personajes.

- Se contempla al hombre marcado por el medio y la herencia y, a la vez, se constituye en una corriente comprometida que critica a la sociedad. A los personajes puestos en escena, se les anula el factor o esencia espiritual, hasta dejarlos en poder de las fuerzas del determinismo de acuerdo con dos hipótesis: por un lado, se considera que el ser humano se degrada y está determinado por la herencia y la raza, según las teorías de Darwin y Heackel (determinismo interno); por otro lado, se llega a considerar que el ambiente influye en el temperamento y la forma de comportarse de los personajes (determinismo externo).

- En el relato naturalista, la historia tiene como objetivo único lograr la degradación del personaje, al punto de conducirlo de una situación mala a otra peor.

- Se emplean las técnicas descriptivas del Realismo, pero el no el vocabulario. Se da una exagerada tendencia a buscar giros que permitan la animalización del personaje que se desea degradar, según los rasgos psíquicos (el comportamiento), como los físicos de él. Esto con el fin de crear continuas comparaciones e identificaciones; por lo tanto, el lenguaje es populachero y el estilo descuidado y nada lírico; sin embargo, algunas veces, se dio escisión entre el estilo y la temática (como en la novelística hispanoamericana y la novela aristocrática española).

- Al igual que los realistas, les dan a las obras una finalidad doctrinal y no de solaz; dado que los naturalistas hacen de sus textos unos laboratorios sociológicos, mediante los cuales intentan probar sus tesis deterministas. Esto se ha denominado pseudocientifismo.

- El ambiente naturalista, casi siempre, es urbano, en el cual se destacan las vejaciones, vicios, violencias, etc. y sirve meramente como cuadro o marco para ubicar a los personajes y reforzar la tesis determinista.

- El Naturalismo, al considerar al hombre como un ser predestinado a la degradación, explota temas que lo conduzcan a tal estado: la prostitución, el alcoholismo, el adulterio, el incesto, las perversiones, etc. Por lo tanto, se muestran seres irreverentes y opuestos a los convencionalismos sociales.

- La misma actitud determinista que envuelve a los personajes les elimina toda capacidad de superación y los sumerge aún más en su condición; esto crea un tono pesimista y desalentador a lo largo del texto.

Siglo XIX-1: Romanticismo

El Romanticismo fue un fenómeno cultural que se dio en la primera mitad del siglo XIX, el cual abarcó todos los aspectos de la vida del hombre (desde la política hasta el arte, y desde la literatura hasta las modas) y que, en el fondo de su expresión, llegó a constituirse en una especial actitud.

El Romanticismo, en sí, surgió como producto de las ideas propugnadas por la Revolución Francesa y de ciertos acontecimientos históricos y políticos –como las guerras napoleónicas– que habían despertado en las personas un pretexto para llevar a su desenvolvimiento un cambio rotundo contra la dominante cultura francesa dieciochesca de la Ilustración. Y, en fin, podría decirse que el Romanticismo fue la concentración de los elementos dispersos puestos de manifiesto por los prerrománticos que, a pesar de su efímera vida (escasos veinte años), dejó una profunda huella en la humanidad que aún se percibe hoy día.

Este término proviene del adverbio latino “romanice” que significa “a la manera de los romanos”. Pasó al francés con la derivación “romanz” que se escribió “romant” en el siglo XII y “roman” a partir del siglo XVII, utilizado para designar la lengua vulgar frente al latín; luego pasó a significar cierta composición literaria escrita en lengua vulgar tanto en verso como en prosa, cuyos tópicos eran complicadas aventuras heroicas o galantes. A su vez, esta palabra se introdujo en el inglés con la forma “romaunt” y, hacia mediados del siglo XVII, aparecen ya los adjetivos “romanesque” y “romantic”.

El adjetivo “romantic” fue empleado primeramente en lengua inglesa hacia 1666 con un sentido de fantástico y novelesco. Hacia finales del siglo, pasó a connotar cualquier cosa de carácter “quimérico, ridículo, absurdo”, en la literatura. A principios del seiscientos, fue usado para designar todo aquello que era producto de la imaginación y que reflejaba un gusto irregular y mal ilustrado. Más tarde, en las postrimerías del siglo XVIII, los prerrománticos ingleses emplearon la palabra con el fin de determinar con ella lo que agradaba a la imaginación y lo que despertaba el ensueño y la emoción del alma, aplicado a las montañas, a los bosques, a los parajes fantasmagóricos, a los castillos misteriosos, etc. El mismo término pasó al francés por “romanesque” y luego “romantique”, forma que se extendió por toda Europa.

El término romántico empezó a aplicarse a la literatura y a las artes, hacia 1798, en Alemania, por los escritores del Grupo de Jena (hermanos Schlegel y Novalis, así como Wachenroder y Tieck). Más tarde, a principios del siglo XIX, se autodenominaron así los autores ingleses dominantes en ese período (Keates, Lord Byron, Shelley y Scott). De Inglaterra, el Romanticismo, ya como movimiento, pasó a Francia en 1818 con las publicaciones de Madame de Staël y Châteaubriand, y culminar con todo su esplendor con la figura de Victor Hugo, hasta convertirse el país galo en la pasarela que lo lanzó por toda Europa en el segundo tercio del siglo XIX.

A pesar de que el Romanticismo constituyó, en el fondo, un movimiento cultural, político y de costumbres en toda la Europa de la centuria decimonónica, en cada país, acorde con la situación histórica dominante, se desarrolló uno particular: ya inclinado hacia las ideas liberales, ya hacia las ideas tradicionales, o bien, se dieron los dos tipos independientemente o de manera ecléctica.

Romanticismo revolucionario o liberal: Fue el explotado por aquellos autores que, en lugar de mirar hacia el pasado con espíritu creador y ferviente, aspiraron a desarrollar una nueva cultura, haciendo tabla rasa de los conceptos de jerarquía, religiosidad y tradición. Su punto de partida se situó en los enciclopedistas, caracterizados por su escepticismo, su rabioso subjetivismo y una exagerada inclinación hacia los sentimientos apasionados. Entre los seguidores más fervientes estuvieron Dumas, Leopardi, Lord Byron y Espronceda.

Romanticismo tradicional: De cara contra la tendencia revolucionaria romántica, se dio otra clase de Romanticismo de corte tradicional, cristiano y orientado a la restauración de los viejos valores morales y religiosos que exaltaba lo nacional y se dirigía con nostalgia hacia el pasado medieval. Sus seguidores más destacados fueron Scott, Victor Hugo, Châteaubriand, Mazoni y Zorrilla, entre muchos otros.

Características generales del Romanticismo

- El Romanticismo constituyó, de hecho, un movimiento unificado y, aunque haya habido asincronías y diferencias acentuadas entre uno y otro país en donde se dio, es indudable que, en todos los movimientos románticos, se revelaron algunas características básicas que permanecieron y le confirieron unidad sustancial al período.

- El Romanticismo se levantó como movimiento reaccionario y rebelde contra el estricto conglomerado de reglas neoclásicas, cuyo antecedente se puede hallar perfectamente en el movimiento barroco. Fue la manifestación del liberalismo en las letras y en las artes, como lo designó Victor Hugo.

- La característica más radical del Romanticismo fue la exaltación del yo del autor, lo que se puede llamar un culto al idealismo romántico. Ello condujo, decididamente, a la afirmación de los sentimientos, de la emoción y de la imaginación en contra de la razón, ya que se decía que dos hombres pueden pensar más o menos igual, pero jamás sentir de la misma forma.

- Los románticos sintieron gusto por la soledad, el pesimismo, la nostalgia, la voluptuosidad del sufrimiento, la burla y el sarcasmo, la búsqueda del suicidio y el amor a la indeterminación; la vaguedad y el misterio fueron las soluciones a las que recurrieron los autores contra el tedio que producían las divagaciones sentimentales del yo, que se conoció como “le mal de siècle” o el fastidio universal.

- La exaltación del yo llevó al hombre hacia un profundo individualismo y un total subjetivismo, ante el objetivismo neoclásico.

- Frente al paganismo de los neoclásicos, el movimiento romántico revivificó entusiasmo cristiano integrado a una ola de misticismo. 

- En contraposición a las artes y letras del siglo XVIII, que estaban dirigidas a una minoría selecta, el romántico soñó con ser el centro de la sociedad en general, es decir, estar abierto a todas las clases sin predilección alguna.

- Se muestra una veneración y exaltación por lo popular y nacional contra lo supranacional que había establecido el Neoclacisismo; de aquí el interés por lo folclórico, lo vernáculo, que dio pie, primero, a un Romanticismo criollo (cuyo objetivo era salvaguardar los monumentos literarios, más como actividad civilizadora que como una escuela de bellas letras) y, después, al Costumbrismo.

- Se dio un apego exagerado a la naturaleza como reflejo del espíritu del romántico. Los paisajes escogidos establecían una relación emotiva con los sentimientos, cierta empatía entre emotividad (espacio espiritual) y naturaleza (espacio físico); preferían espacios rústicos y agrestes, altas cumbres, densas selvas y mares tempestuosos, así como ruinas y sepulcros, todo acorde con las fortísimas pasiones que brotaban en los protagonistas. A su vez, junto con la naturaleza, escogieron como espacios aquellas ciudades más artísticas de cada país.

- El romántico se sintió hastiado de la realidad circundante, vulgar y cotidiana que lo envolvía en un círculo de monotonía y de desilusión, por lo que buscó con ansia la evasión en el ensueño y la fantasía, en la orgía y la disipación, en el espacio y el tiempo. De aquí que haya surgido el gusto por lo exótico oriental, lleno de misterio y brillo; la Edad Media lejana, mítica, fantástica y épica; la época helenística, cosmopolita y suntuosa; en fin, todo lo que permitiera alejarse espacial y temporalmente.

- Para los románticos, el arte y la literatura tenían como única finalidad excitar fuertemente la sensibilidad del lector y el espectador con un sinnúmero de emociones: tristeza, entusiasmo, conmiseración, terror, horror, sorpresa. El Romanticismo y el autor romántico, en sí, exponían una creencia, contraria al Neoclasicismo, de que la obra debía tener un fin estético, para la recreación sensorial, que permitiera la evasión del receptor por medio del texto.

- Hubo una gran libertad de asuntos, temas y motivos surgidos de los más profundos sentimientos:

- El amor como sentimiento superior que aparece matizado de diversas maneras: el amor insatisfecho, el amor olvidado, el amor pasional, el amor imposible, etc.

- La mujer idealizada y mórbida: casi siempre imposible de alcanzar y perdida por las circunstancias que evitan la felicidad. La mujer romántica se convierte en un tipo característico por ser delicada, de manos y pies pequeños, de voz dulce y elegante, de gestos finos y suaves, en suma, con atributos similares a los demarcados por los estilnovistas del Renacimiento (la llamada mujer ángel).

- El bien perdido: la inocencia, la infancia, la familia, los amigos, la libertad que trae como consecuencia el exilio, la madre, la fe filosófica o religiosa, la vida, el consuelo, etc.

- El tema de la muerte –muy frecuente en toda obra romántica, como medio de reencontrarse con el ser amado en el más allá– se presenta como la única solución ante lo imposible que agobia al hombre, a la cual se llega mediante duelos, suicidios, enfermedades como la tuberculosis o hemoptisis, asesinatos con armas blancas, envenenamientos, etc.

- Ideas de carácter social, político, moral, como la libertad, la justicia, la igualdad, etc.

- El Romanticismo desechó todos los preceptos contenidos en las poéticas neoclásicas y reclamó la libertad en materia de composición y de inspiración, dado el hecho de que creían que el artista debía ser espontáneo.

- Renegaron de los modelos clásicos grecolatinos e instauraron otros nuevos: Homero, Dante, Shakespeare, Calderón, Lope de Vega, Cervantes, el romancero, la poesía baládica, la poesía trovadoresca, los poetas medievales y orientales, etc.

- Las formas literarias del Neoclasicismo entraron en total decadencia y se desarrollaron otras nuevas: la poesía intimista, la filosófica y la pintoresca; el drama y el melodrama; la novela sentimental, la confesional, la histórica, la exótica, la epistolar, la de contenido social, la costumbrista o prerrealista, la psicológica y la gótica o terrorífica; la leyenda en verso o prosa; los relatos o itinerarios de viajes; la poesía en prosa; etc. Aun cabe decir que no hubo una forma literaria pura, sino que se dio un combinación genérica.

- La lengua se transformó profundamente, pues hubo un abandono de los artificios expresivos de origen mitológico; los románticos reaccionaron contra la tiranía e imposición gramatical neoclásicas; defendieron el uso de vocablos libres, sencillos, coloquiales; sacrificaron la exactitud semántica de las palabras para lograr fines musicales (aliteración y sonsonete), para lo cual emplearon palabras tales como “lúgubre, rayos, centellas, soledad, ruina, páramo, meditabundo, nefando, delirio, sombrío, proscripto, horripilante, fatídico, etc.” y además desplegaron una gama amplísima de voces relativas a la arquitectura y pintura para las descripciones de los entornos.

- El estilo se hizo retórico, afectista, grandilocuente y gesticulante, el cual dio cabida a otras categorías gramaticales como el adjetivo y el adverbio. Hubo, a la vez, una preconización del contraste y la antítesis y no se le dio preferencia a un solo elemento discursivo, sino que se buscó lo pintoresco, el claroscuro, la enumeración, la digresión, exclamaciones e interjecciones retóricas y otras figuras.

- Los personajes románticos solían ser de una sola pieza, sin inflexiones psicológicas y sin contradicciones, correspondientes a un único modo de ser y actuar, así como víctimas del destino. Se prefería idealizar a los individuos rebeldes, audaces, liberales y generalmente atractivos y causantes de melancolía o patetismo: el pirata, el ladrón, el criminal, el aventurero, el mendigo, el peregrino, el suicida, el verdugo, el expósito, las mujeres de mala vida, los monjes, el anciano de barba blanca, los clérigos, etc.

- En síntesis, el término Romanticismo no debe entenderse sólo como sinónimo de exagerada sensibilería amorosa, sino como la expresión más sublime de libertad, patriotismo, fantasía, ensueño, imaginación, pasado histórico, misterio, leyenda, goticismo, revelación y rebeldía, vuelta a la naturaleza, solidaridad humana, etc. El Romanticismo redescubre al hombre tal y como es, con sus defectos y virtudes, con sus capacidades y limitaciones, con sus creencias y supersticiones.

Expresiones del Romanticismo en Europa

El movimiento romántico –como se ha dicho– caló muy hondo en todas las naciones europeas en la primera mitad del siglo XIX. En las artes y las letras, la renovación romántica trajo un auge en la producción de obras y, en consecuencia, de autores.

En el campo de la literatura han de mencionarse: los alemanes del grupo de Jena que son V. H. Wackenroder, Fr. A. Schlegel, L. Tieck y Novalis; del grupo de Heidelberg están J. Görres, C. Brentano, A. von Arnim, L. Uhland y los hermanos Grimm. En Inglaterra, los románticos más importantes son los lakistas Wordsworth, Coleridge y Southey y los sentimentales Scott, Lord Byron, Shelley y Keats. En Estados Unidos, descuellan Irving, Cooper y Poe. En los países nórdicos, sobre todo Dinamarca, estuvieron bajo el influjo de los prerrománticos alemanes Oechlenschläger, Tegnér y Atterbom. En Francia, el movimiento mantuvo una larga lucha contra la tradición clásica y pudo, particularmente con Victor Hugo, alzarse con la victoria, pero siempre fue considerado como algo extranjero; los transmisores fueron Madame de Staël y Châteaubriand y los continuadores más importantes Lamartine, Nerval, Vigny, Musset, Stendhal y Dumas padre. En Portugal, tras la caída del régimen absolutista, surgió un movimiento romántico vuelto hacia creaciones poéticas de sabor popular, entre los que se destacaron Silva Leitâo de Almeida Garrett, Carvalho Araujo y Castelo Branco. En Italia, entre los autores más subrayados estuvieron Leopardi, Foscolo y Manzoni. En Rusia hay que señalar a Puschkin, Lérmontov y Odoyevski, y algunos que otros escritores polacos muy representativos como Mickiewicks, Slowacki y Krasinski.

Las artes tuvieron también sus expositores. En la pintura, la influencia del Romanticismo se hace sentir en la elección de temas: exaltación del patriotismo, de los hechos históricos, búsqueda de lo exótico y acercamiento a la naturaleza. Inicia, la revolución romántica en la pintura, el francés Louis David, y la continúan sus compatriotas Gros, Girodet, Gericault y especialmente Delacroix. En Italia, Francesco Hayez representa uno de los grandes impulsores de la pintura histórica, así como Cannevoli, Malatesta y Missini. En el plano de la escultura hay que recordar a Antonio Canova y Auguste Rodin. En la música, se destacan los alemanes Hoffmann, Weber, Mendelson, Schumann, Liszt; el polaco Chopin; los franceses Berlioz y Gounod; los italianos Verdi, Bellini y Donizetti.

Narrativa romántica

La narrativa, durante el Romanticismo, se perfila como el género que logra las más grandes y abundantes expresiones, tanto en calidad como en cantidad. Los autores románticos vieron, en el cuento, la leyenda, la novela y el cuadro de costumbres, el medio ideal para poner de manifiesto los principios de libertad y espontaneidad que enarbolaban y defendían con tanto ahínco. Particularmente, la novela se constituye en la tipología discursiva favorita de estos rebeldes de las reglas y las formas fijas, por ser, ella misma, un género híbrido y abierto a albergar los otros géneros sin perder su esencia. Ese afán iconoclasta, mixtificador y liberador de cánones, que singularizó a los autores de la primera mitad del siglo XIX, encuentra respuesta y expresión definitiva en la narrativa, así como en la capacidad asombrosa de difusión de textos impresos gracias al avance en la industria editorial, herencia directa de la Revolución Industrial. La prosa narrativa se presenta matizada según la intención predominante del autor en cuanto a temática y posición personal bajo las siguientes categorías: 1) Narrativa histórica, 2) Narrativa sentimental, 3) Narrativa de contenido social, 4) Narrativa psicológica, 5) Narrativa folletinesca o por entregas, 6) Narrativa costumbrista o prerrealista, 7) Narrativa fantástica o terrorífica, 8) Narrativa exótica o de aventuras, 9) Narrativa maravillosa o infantil, 10) Narrativa policíaca o de detectives.

Siglo XVII: Barroco

Literariamente, el Barroco fue el movimiento predominante en el siglo XVII. Se desarrolló por toda Europa tomando diferentes tendencias: en Italia, se llamó Marinismo; en Francia, Preciosismo (preciosité); en Inglaterra, Eufuismo (euphuisme), y en España, Culteranismo (Gongorismo, Cultismo) y Conceptismo. En cada país, el Barroco adquirió características distintivas por directa virtud del entorno; sin embargo, hay una serie rasgos que se mantienen de una forma u otra inalterables.

Características generales de la literatura barroca

- En primer plano, las formas de la literatura barroca tienden a huirle a la expresión sincera y directa de las estructuras de las formas simples y lineales, dándole preferencia a las estructuras complejas y sorprendentemente inéditas que crean mediante las fuertes tensiones en el vocabulario, las polivalencias significativas y una tendencia al uso exagerado de períodos hipotácticos que se complican por medio de hipérbatos latinos desmesurados.

- Se muestra cierta tendencia al llamado fusionismo, es decir, a unificar, en un todo, múltiples pormenores y a asociar y mezclar, en una cantidad orgánica, elementos contradictorios, que permiten el fenómeno del claroscuro, de lo que es y parece ser, lo enigmático, ni lo uno ni lo otro. En síntesis, ese fusionismo se manifiesta igualmente en la técnica literaria por medio de la acumulación de los límites rígidos entre las diversas partes o capítulos de una obra.

- Lingüísticamente, se emplean vocablos fulgurantes, más allá de la lógica y la razón. De la mezcla de lo racional e irracional resultan formas de expresión como la paradoja, el oxímoron, la sinestesia, la cenestesia, la hipérbole, la repetición, el hipérbaton, la anáfora y las otras figuras de repetición, la antítesis violenta, el contraste, el zeugma, etc.  

- La figura fundamental del barroco literario es la metáfora, que se constituye en el instrumento por excelencia para crear una expresividad misteriosa, una revelación de recónditas analogías que el poeta ve en la realidad y una transfiguración fantástica del mundo empírico. La poética barroca considera la metáfora como el fruto más sublime del ingenio, y el ingenio es la facultad que sabe vincular conjuntamente las distantes y separadas nociones de los objetos considerados. Por esto, la metáfora barroca es visceralmente conceptuosa y procura producir con frecuencia aquella armónica correlación entre dos extremos cognoscibles, expresada por un acto de entendimiento que representa la esencia del concepto. La metáfora se acumula junto a otras metáforas, lo que denuncia dinamismo expresivo, el gusto por la profusión imaginística y el culto de la forma abierta. Las metáforas barrocas provienen de un círculo muy estrecho: flores, piedras preciosas, astros, todo lo que brilla y es elevado y poderoso. 

- El género dramático y el épico son las principales formas de expresión en que se manifiesta la literatura barroca, ya que responden a la construcción de un mundo imaginario, ideal, fantástico, exuberantemente sensorial, mágico y alegóricamente rico, donde la apariencia se afirma con la realidad, donde la máscara y los efectos escénicos instauran la ilusión y, al mismo tiempo, dejan entrever su ruptura.

- En la literatura barroca, aparecen las expresiones que adquieren gran fulgor y riqueza exuberante conjuntamente con las expresiones estéticas de lo feo, de lo grotesco, de lo horrible y lo macabro.

- Abundan las escenas crueles y sangrientas, las cuales se traducen como una sensibilidad exasperada hasta el paroxismo que se complace en lo horroroso y en lo lúgubre, en la soledad y en la noche, en el misterio que encierran todos los actos humanos y los hechos contrarios en que se desenvuelven éstos.

- El barroco se expresa por medio de contrastes entre el espíritu y la carne, entre los celestes gozos y los placeres hedonistas y mundanos, la fruición terrenal y renuncia ascética, así como la descripción y el análisis del pecado, del arrepentimiento y de la penitencia, del éxtasis y de la beatitud interior.

- Se le da gran importancia a los valores sensoriales y eróticos. El mundo es conocido y gozado por medio de los sentidos, los colores, los perfumes, los sonidos, las sensaciones táctiles, todo es fuente de deleite y voluptuosidad. Hasta las realidades divinas son expresadas mediante elementos fuertemente sensoriales.

- Se desarrollan plenamente temas filosóficos como el de la fugacidad del tiempo, la ilusión de la vida y las cosas mundanas, el engaño de los sentidos, la imagen, etc. Como consecuencia, saltan las motivaciones religiosas que tratan de recordar al hombre que todo es vano y efímero sobre la tierra, que la vida carnal es un tránsito y que es necesario buscar una realidad suprema exenta de mentira y de imperfección; todo esto se matiza con símbolos trágicos como las ruinas que recuerdan lo transitorio del hombre, las cenizas y las flores que hacen meditar acerca de la angustia existencial y la fragilidad de la belleza humana, la destrucción, el abismo, el vacío, etc. Ante esta visión trágica y pesimista de la vida, de transida desesperación, se alienta a gozar de la vida que huye.

- El barroco explota el fenómeno de la metamorfosis y la inconstancia, mostrando un agudo sentido por las variaciones que secretamente alternan toda la realidad, y busca en el movimiento y en el fluir universal la esencia de las cosas y de los seres. Para ello, la literatura utiliza un vasto conjunto de símbolos en que figuran elementos evanescentes, inestables, ondeantes y fugitivos: el agua y la espuma, el viento, la nube, la llama, la mariposa, el ave, el humo, etc. La metamorfosis y la inconstancia se trasforman también en profunda y religiosa meditación, de donde cobra significado lo lúgubre. La muerte constituye así el tema por excelencia del barroco, la que está oculta en todo lo que es frescor y belleza y es recordada por el artista constantemente, además del pesimismo que provocan lo efímero y la inconstancia.

- Por otro lado, el Barroco expresa un mundo de ostentación y suntuosidad, de gloria y de magnífico aparato; traduce el gusto por la decoración rica, la luz profusa, el espectáculo fastuoso. El Barroco es el arte de exuberancia y de intenso poder expresivo, apto para celebrar las glorias del cielo y las pompas de la tierra, destinado a impresionar con fuerza los sentidos, aunque el espíritu pueda permanecer muchas veces desconfiado y escéptico. Las fiestas cortesanas, de lujo opulento, y situadas en escenarios majestuosos, sirven admirablemente a este ideal de pompa.

Siglo XVI: Renacimiento

El siglo XVI es el período en que se da el mayor apogeo y plenitud del movimiento cultural conocido como Renacimiento. Tal movimiento empezó a gestarse desde la segunda mitad del siglo XIV en la ciudad de Toscana (Florencia), extendiéndose, luego, por toda Europa, a lo largo del siglo XV, hasta alcanzar su máximo florecer en el siglo XVI. El Renacimiento es un conjunto de fenómenos políticos, culturales, religiosos e históricos que caracterizan un período de restauración vital de la Antigüedad Clásica y, por ende, un nuevo modo de entender el mundo en contraposición con el espíritu cristiano medieval. La palabra Renacimiento significa nacido de nuevo, aunque históricamente, no deba interpretarse como si en la Edad Media se hubieran despreciado el arte y la sabiduría antiguos, sino en el sentido de que «renació una extraordinaria estimación de la Antigüedad clásica grecolatina en el sentido total de la cultura y como inspiración para la vida». Los modernos investigadores ha permitido afirmar que el Renacimiento no fue una negación de la Edad Media, sino que emergió de ella y fue la culminación de un proceso ya iniciado en el mismo Medioevo, en el período conocido como Prerrenacimiento florentino que tuvo sus manifestaciones en casi todos los países europeos. El proceso renacentista comprendió dos facetas que formaron parte del mismo fenómeno: por un lado, el Humanismo, que fue la traducción, investigación, estudio e interpretación de la cultura clásica, en función de obtener provecho de tal actividad para crear un mundo mejor, y, unido a ello, la preocupación por rescatar, los viejos manuscritos de los escritores y eruditos de la Antigüedad, y, por otro lado, el Renacimiento, propiamente dicho, que fue el florecimiento de las artes, letras y ciencias teniéndose como base y digno ejemplo lo clásico grecolatino. Los humanistas recrearon y pusieron en vigencia a los autores latinos y griegos en los que se inspiraron los escritores renacentistas para crear sus obras. En lo que respecta a la narrativa, se continúan escribiendo relatos apologéticos y orientalistas o “novellas” humanísticas al estilo de Boccaccio y se da un florecimiento grandioso de varios tipos de relatos, tanto de la línea idealista (la caballería, la exótica, de viajes o de aventuras –bizantina o griega–, la erótico sentimental, amorosa o amatoria, la pastoril, la morisca) como la línea realista (la feminista o femenina, la burlesca, alegórica o satírico carnavalesca, la satírico picaresca o picaresca, la histórico costumbrista, la histórico didáctica). Realmente, la épica narrativa fue el género literario más característico de este período, pues, a diferencia del teatro, destinado a un público predominantemente aristocrático, y de la poesía, fuera italianizante o vernácula, siempre con un círculo reducido de lectores, las narraciones novelescas llegaban a todas las clases sociales, incluso, según cuenta el mismo Cervantes, a los segadores. Y fueron, precisamente, estos modelos novelísticos, y los posteriores, los que se pusieron de moda en toda Europa, con lo que se dio a conocer la gran originalidad y riqueza de la literatura europea occidental.

Características generales del Renacimiento europeo

- Como se ha dicho, en el Renacimiento tiene lugar una restauración de la cultura clásica grecolatina en contraposición con el espíritu cristiano medieval. Se da una vuelta total al clasicismo: lo clásico entendido como algo digno de ser imitado, como lo hubiera expuesto Aulo Gelio, concebido como una constante del espíritu humano, y, por consiguiente, también de la literatura, la constante del equilibrio, del orden, de la armonía, la mesura, la sobriedad, y la perfección formal. 

- Se muestra un cambio en la forma de ver la existencia del hombre: el concepto medieval de la vida humana como tránsito hacia un mundo espiritual entra en crisis y, por el contrario, el hombre se preocupa más por el disfrute de los goces terrenales que son efímeros: la riqueza, el amor y el poder, a través de sus creaciones artísticas; en otras palabras, se le da una completa revitalización al concepto clásico horaciano del carpe diem. La vida profana versus la vida espiritual.

- El hombre pasa a ser el centro del universo y de todas las cosas, en oposición al concepto medieval de considerar a Dios como el eje del mundo. Se parte de la consigna de Terencio: “homo sum, nihil humani a me alienum puto”; y se tiene en muy alta estima las palabras de Protágoras que dicen lo siguiente: Ð ¥mqrwpoj tîn p£ntwn mštron (“el hombre, la medida de todas las cosas”). Antropocentrismo versus teocentrismo. 

- Se da un culto tan profundo y supremo de la razón, que el hombre renacentista se va desvinculando, cada vez más, de la divinidad y de los conceptos medievales y tienden a basarse en ella para fundamentar cualquier explicación sobre la vida, la naturaleza y Dios. De allí se originan, a su vez, las libres interpretaciones que se hicieron de las Sagradas Escrituras a lo largo del siglo XVI y, por ende, las concepciones heréticas y el protestantismo. Razón versus fe. 

- Los artistas del Renacimiento eligieron como máxima fuente de inspiración la naturaleza (el paisaje), idealizando sus bellezas de gran manera. Esta se muestra llena de detalles, colores, sonidos, y de toda clase de objetos que despiertan el placer sensorial, poniéndose de manifiesto que la tierra también es un paraíso y que no hay que desperdiciarla, y aún menos cuando a ella circunscribe el sentimiento del amor (del amor platónico) que a todo conduce y recrea.

- El hombre del Renacimiento, al separarse del cristianismo y de todo escrúpulo de devoción, quedó libre de trabas morales y buscó sobre todo el afán de la suprema belleza, eligiendo los modelos desnudos, al igual que en la antigua Grecia, y, en general, todo lo presente en la naturaleza. 

- El apego a la belleza, el goce de los placeres terrenales y el olvido de los valores morales, así como la debilidad del sentimiento religioso, crearon una sociedad envilecida en la cual todo era permitido, con tal de llegar al fin propuesto. De allí se explican las inmoralidades, orgías y crímenes terribles que se perpetraron.

- No hay un sistema filosófico organizado, sino que se retoman ideas del pensamiento clásico tal y como son, volviéndose antiescolásticos. La filosofía se desliga por completo de la religión siguiéndose un exégesis libre. Retoman el estoicismo (de Cicerón y Séneca), el epicureísmo (de Epicuro y Lucrecio), el escepticismo y el neoplatonismo (de Plotino). 

viernes, 19 de junio de 2015

Siglo XX-1: Modernidad

Características generales de la narrativa de la Modernidad, Siglo XX-1
La visión del mundo o cosmovisión: Las narraciones realistas y naturalistas pretendían dar un visión exacta de la realidad, pero esta objetividad resultaba falsa, porque en su afán de enfatizar en ciertos tópicos (ambiente, herencia), producían un enfoque unilateral de esta realidad. Al contrario, la nueva narrativa del siglo XX no pretendía ser documental o naturalista y el tema no era una exposición de problemas sociales o políticos, sino una forma de ficción abierta que se independizaba del autor; los narradores, antes que reflejar una circunstancia histórica, política o social, emprendieron el camino de reflejar la situación vital del ser humano moderno: planteaban los conflictos profundos del individuo como: la soledad, la angustia, el desorden, la complejidad, el caos, todo ello a través de especulaciones intelectuales, metafísicas o sociales que eran elevadas a la categoría de mito, de símbolo o interpretación de la crisis social. En lo que se refiere a la narrativa hispanoamericana contemporánea, la visión que se presentó del mundo fue más allá de la realidad palpable; los autores emprendieron el camino de la imaginación, inventando lugares, territorios y personajes, o simplemente explotando los misterios y mitos que esconde el mundo hispanoamericano, ello según dos concepciones cosmovisionales:

El realismo mágico: Se dice que el realismo mágico es una derivación del superrealismo llevado a su máxima expresión en la pintura denominado super-superrealismo. Se diferencia en que, mientras que el superrealismo se basa en las imágenes oníricas y del delirio que fluyen del inconsciente, el super-superrealismo las crea, las inventa, pero tomadas de la realidad. En otras palabras, el super-superrealismo es lo que se denomina realismo mágico, dada la confusión que sugiere tal vocablo. El primero en emplear el término realismo mágico fue el crítico alemán de arte Franz Roh para designar la producción pictórica de la época posexpresionista, con el fin de oponer lo místico a lo misterioso diciendo que «el misterio no desciende al mundo representado, sino que se esconde y palpita tras él». En Hispanoamérica el primero en usar el concepto de realismo mágico fue el escritor venezolano Arturo UslarPietri para designar un tipo de literatura en que el misterio coexiste con el hombre y la realidad. El realismo mágico o súper superrealismo es un tecnicismo que alude a la manera de presentar un ambiente, no desde la perspectiva tradicional o lógica, sino desde otros puntos de vista. En las obras en que hay presencia de realismo mágico, el autor expone hechos insólitos que no producen vacilación en el lector ni en los personajes, sino que aparecen dentro de la narración como propios del mundo evocado. El realismo mágico no se relaciona con el superrealismo porque no se vale de motivos oníricos; no se identifica con la literatura fantástica, ya que no desfigura la realidad o crea mundos imaginados; no se vincula con la literatura psicológica, ya que no le da importancia a los análisis psicológicos de los personajes; y no establece ninguna concomitancia con la literatura mágica, pues no tiene como fin suscitar emociones, sino el expresarlas. El realismo mágico es una actitud ante la realidad, la cual puede ser expresada en formas populares o cultas, en estilos reelaborados o vulgares, en estructuras cerradas o abiertas. El escritor mágicorrealista no crea mundos imaginados en los que se puede refugiar el lector para evitar la realidad, sino que se enfrenta a la realidad cotidiana y trata de desentrañarla, de descubrir lo que hay de misterioso en las cosas, en la vida, en las acciones humanas, sin someterlas a juicios lógicos. El autor mágicorrealista no trata de copiar la realidad como lo hacían los realistas o del vulnerarla como lo hacían los superrealistas, sino que intenta captar el misterio que palpita en las cosas.

Lo real maravilloso: El descubridor y creador de esta concepción cosmogónica se debe al escritor cubano Alejo Carpentier. Lo real maravilloso, al igual que el realismo mágico, implica una ruptura en la manera de percibir la vida y el mundo, los que son vistos desde otros ámbitos distintos, pero igualmente reales. Esos ámbitos distintos desde los que se ve el mundo, al igual  que en el realismo mágico, no producen vacilación ni en el lector ni en los personajes, pero con la diferencia de que están encauzados por las categorías de lo sobrenatural, irracional, insólito y milagroso que forman parte del conjunto de creencias supersticiones y mitos que son aceptadas por la colectividad de la cultura que las ostenta, es decir, tienen un fundamento sociológico. El autor que explota lo real maravilloso no inventa ni crea nada, sino que solamente pone en la superficie toda una gran gama de mundos que pertenecen a la realidad en que habita. En el caso de Hispanoamérica, lo que hace el autor es presentar el mundo en que vive desde la perspectiva de las creencias y supersticiones de las diversas culturas que conforman el ser hispanoamericano: la española, la indígena (maya-quiché) y la afrocaribeña (voudú, changó y macumba).

La temática: Se explotan temas antes considerados como escandalosos, como los temas pornográficos, tratando de desenmascarar la sociedad y los modos usuales de conducta que encierran hipocresía.

El lector: Mientras que en la novela tradicional decimonónica el lector cumplía una simple función de espectador, de lector pasivo, a quien todo se le decía y se le daba, en la novela contemporánea el lector debe obligatoriamente ocupar un lugar, se convierte en un lector cómplice o activo que tiene igualmente que internarse en la ficción, mezclarse con los personajes con el mundo de ellos, y al final sacar su propia verdad sobre la historia.

La lengua y el estilo: En cuanto al nivel lingüístico y estilístico, en la novela contemporánea se incorporan imágenes, metáforas, símbolos y los recursos del lenguaje de las nuevas escuelas poéticas de vanguardia, entre las que se advierte el superrealismo y el expresionismo.  Las palabras se utilizan, no para transmitir conceptos, sino para expresar la irracionalidad mediante la descomposición de las formas.  La novela ofrece un lenguaje desarticulado, desintegrado, sin respeto a la sintaxis y a la puntuación, que no se preocupa por los significados y que brinda al lector una pluralidad de mundos idiomáticos que expresan la ambigüedad de lo irreal en cuadros esperpénticos, surrealistas o cubistas. En ellos, la sonoridad de las palabras guía al narrador en un   juego perturbador de la realidad con libres asociaciones de   imágenes.   

El espacio: El espacio geográfico que se esboza en la novela contemporánea es casi siempre el espacio urbano, cosmopolita, más que el rural, dado el hecho de que es en la urbe en donde se concentran y tienen origen la gran mayoría de los problemas que perturban el vivir del hombre del siglo XX.

El punto de vista: El narrador deja de ser un narrador absoluto, omnisciente, que todo lo sabe, que maneja el criterio de la verdad, para convertirse en un narrador protagonista que ignora el comportamiento de los personajes.  En la novela contemporánea se presentan varios puntos de vista sobre la historia que destruyen por completo el acontecimiento diegético; son los mismos personajes quienes arman la narración al exponer sus visiones del mundo a través del empleo de nuevas técnicas narrativas como el monólogo interior (flujo de la conciencia o “stream of consciouness”) y el perspectivismo, o por medio del uso de narradores tradicionales como el protagonista y el testigo que mantienen una relación restringida con el personaje. Cabe señalar, que en algunos casos, se vuelve a emplear nuevamente un tipo de narrador omnisciente, pero muy limitado en cuanto a su función narradora, pues sólo cumple la función de introducir los parlamentos.

El tiempo de la narración o de la ficción: Se da un rompimiento con el orden cronológico o sincrónico de la narración dándose una fragmentación en múltiples planos y una desarticulación del orden temporal. Mientras que en la novela tradicional se utilizaba el transcurrir del tiempo para situar en él lo que le ocurría a los personajes durante el desarrollo de los hechos, la novela contemporánea adopta la técnica cinematográfica de la simultaneidad de los distintos tiempos, con lo cual se rompe los límites entre el pasado, el presente y el futuro, es decir, del tiempo cíclico, o se utilizan las técnicas del anacronismo o anisocronismo: analepsis (“flashback” o “racconto”) y prolepsis, mezclándose personajes y tiempo en el plano de la realidad y en el de la imaginación de una manera indisoluble.  

El personaje: En la novela contemporánea los personajes no son referidos, es decir, que son dados a conocer por el narrador a través de largas etopeyas o retratos, sino que ellos mismos se dan a conocer desde adentro, se revelan ante el lector, a través de sus discursos y sus actuaciones. En este caso cumple una función muy importante la técnica del fluir de la conciencia o del monólogo interior la cual viene a sustituir la comprensión del narrador absoluto de la novela tradicional que explicaba cuál era la psicología del personaje.  Los autores contemporáneos de cuentos y novelas, al usar el monólogo interior, lo que hacen es presentar el pensamiento de sus personajes, pero no con una actitud de psicólogo, sino la de un mediador que se identifica con el personaje y deja que éste hable en primera persona dentro de su mente.

Héroe versus antihéroe: Dentro de ese aspecto de la nueva visión del personaje, se debe señalar también el rompimiento del paradigma mítico del héroe de la narrativa tradicional, en la que se autoafirma como individuo y como miembro de la comunidad, para dar paso al llamado antihéroe de la narrativa del siglo XX, que es inseguro, incapaz de encontrar sentido a su yo y a su mundo, es un ser gris, sin nada de extraordinario, contradictorio, lleno de complejos e inhibiciones. En realidad, los personajes de las novelas contemporáneas son el producto de la situación del mundo: tras las dos grandes guerras mundiales, la Guerra Civil Española, las doctrinas totalitarias y la depresión económica de los años 30, entre otros sucesos, han producido una crisis moral y cultural que ha modificado el concepto de la existencia humana en un clima de angustia y zozobra de alcances universales. El hombre contemporáneo, como los personajes de la nueva novela, se orientan hacia la indagación de sí mismos, asistidos por los diversos métodos de la psicología moderna, los que irrumpen en los campos del inconsciente, explorados por Freud, y por corrientes filosóficas que, como el existencialismo, analizan la situación del ser humano en un mundo absurdo y angustiante.

Tipos de textos narrativos de la Modernidad

Narrativa neohistórica
Si bien es cierto continúa los parámetros de la gran novela histórica romántica y posromántica, la narrativa neohistórica de la primera mitad del siglo XX se centra más en los personajes, sus hazañas y sus triunfos personales, es decir, convierte al protagonista en el centro de la acción y, de sus actos o decisiones, se desprende el resto de los hechos narrados. En esta primera mitad del siglo XX también hay un afán arqueológico, por parte de los autores, de utilizar el texto narrativo como pretexto para exponer tesis historicistas que, desde una perspectiva científica y positivista, no tendrían cabida. Entre los principales exponentes: Heinrich Mann (Alemania, 1871 - 1950); Mikä Waltari (Finlandia, 1908 - 1979).

Narrativa biográfica
Es una modalidad de la nueva literatura que revoluciona la técnica de la biografía histórica y toma los grandes hombres o héroes como seres corrientes y los lleva desde la cuna hasta la cima de la gloria y luego hasta la tumba. Entre los principales exponentes: Émile-Salomon Wilhem Herzog, “André Maurois” (Francia, 1885  1967); Henri Troyat (Francia, 1911  ¿?).
Narrativa neorrealista y expresionista
El Neorrealismo está íntimamente ligado al existencialismo, pues exagera el problema de la angustia y transforma al escritor en testigo de males irreversibles que parecen no tener solución. Los neorrealistas consideran que la situación social de los personajes motiva sus problemas, habitantes solitarios de grandes metrópolis o selvas de concreto oscurecidas por la contaminación y el ambiente deshumanizado. Como sucede, con la mayoría de las tendencias narrativas del siglo XX, el foco de atención está localizado en los personajes y no los fenómenos en sí. Mientras que, en texto realista decimonónico, lo que se buscaba era plantear una tesis con base en un problema social y darle una solución positivista, en el texto neorrealista no se centra en los problemas en sí, sino los disturbios psicológicos y existenciales que éstos ocasionan en los personajes. Entre los principales exponentes: Roger Martin du Gard (Francia1881 - 1958); Edward Morgan Forster (Inglaterra, 1879 - 1970); William Somerset Maugham (Inglaterra, 1874 - 1965); John Ernst Steinbeck (EUA, 1902 - 1968); Concha Espina de la Serna (España, 1879  1955); José Martínez Ruiz “Azorín” (España, 1873  1967); Pío Baroja y Nessi (España, 1872  1956).

Narrativa neorregionalista, neopopularista o neocostumbrista
El neorregionalismo fincó raíces en la época romántica del siglo XIX y tuvo su máxima expresión en el costumbrismo, del cual tomó su vehemente y penetrante observación. Los narradores del siglo XX que se encasillan dentro de esta tendencia intentan rescatar las tradiciones, los tipos populares, los rasgos psicológicos que condicionan la manera de ser y actuar de los habitantes del campo, las emociones de la gente sencilla para enfrentarla con los excesos de la ciudad –demasiado sofisticada y extravagante–, así como las formas regionales de expresión, para someterlas a un nuevo tratamiento artístico, donde adquieran elegancia estilizada, aparentemente natural. Principales exponentes: Selma Ottiliana Lovisa Lagerlöf (Suecia, 1858 - 1940); Carson McCullers (EUA, 1917 - 1967); Pearl S. Buck (EUA, 1892 - 1973); Mazo De la Roche (Canadá, 1885 - 1961).

Narrativa de tradición decadente y contenido erótico
La novela decadente de principios del siglo XX se caracteriza por pasar del estilismo más absurdo a la facilonería más ramplona. La temática vacía trasciende a lo meramente erótico y se podría decir que, en los temas amorosos, es en donde ancla con mayor fuerza esta modalidad de la narrativa preciosista o narrativa galante del siglo anterior. No obstante, sigue el modelo decimonónico al lograr un equilibro razonable entre todos los elementos de los que debe constar es una ardua tarea difícil de resolver: que sea agradable de leer, evitando –donde sea posible– el bestialismo morboso en las escenas sexuales para no caer en la pornografía. La primera premisa que debe cumplir una obra de esta temática es realizar su misión es excitar y darle un sentido estético al sexo. Así, las escenas sexuales han de tener el punto justo entre la descripción y la sugerencia, siendo este último punto el más complicado de obtener. En definitiva, una historia cargada de morbo no es la propia de la novela erótica. Pueden abundar más detalles de técnicas sexuales para la creación de ambiente, pero sin traspasar a lo vulgar u ordinario. Los asuntos tratados deben ser sólidos, que permitan sostener la historia. Digamos que los hechos, acentuados y puntuados por las escenas de sexo, han de ir aumentando en intensidad conforme se va acercando al desenlace, siguiendo una estructura clásica que reserve la mayor parte de las energías narrativas para el clímax final. Las historias personales de prostitutas son uno de los temas clásicos de este tipo de literatura, desde la famosa Fanny Hill. Puede haber un ingrediente extra: el componente fantástico, el cual introducirá al lector en el mundo apasionante del erotismo de la mano del propio escritor. Principales exponentes: Pier Paolo Pasolini (Italia, 1922 - 1975); Roger Peyrefitte (Francia, 1907- 2000); Antonio de Hoyos y Vinent (España, 1886  1939); Alberto Insúa (Cuba-España, 1885 - 1963).

Narrativa artística o del realismo estilizado
La prosa artística mantiene un vínculo más o menos aparente, en lo externo, con la literatura decadente de fines del siglo XIX y comienzos del XX, en cuanto a su elaborada retórica de lo exquisito y lo raro, así como una evidente preferencia por el lujo de las formas, los colores y los sonidos. La materia novelable está subordinada por entero a los requerimientos de lo estilizado; sin embargo, los temas no son nada exóticos, ni extravagantes, ni eróticos, son más bien las preocupaciones cotidianas del ser humano descritas de manera agradable, con un lenguaje académico y acendrado. En esta clase de narrativa, se enfrentan el pensador y el artista en la eterna disyuntiva de lograr transmitir, mediante el lenguaje, la esencia de sus sentimientos, pensamientos e inquietudes, abstrayendo las emociones con técnicas descriptivas más propias del arte pictórico que de la narrativa, muchas de las cuales están tomadas del Impresionismo y el Expresionismo. Estos procedimientos no son idealizantes, sino por el contrario, manifiestan un esfuerzo en busca de expresividad, es decir, de representar la realidad –hombres, emociones, sueños, paisajes– con matices únicos más vivos y, por ello, más sorprendentes, a la vez; pues hay más elementos de clara función poética, como el uso de la constante sugerencia, el gusto por la sorpresa, el empleo de formas simbólicas, así como la compenetración solidaria entre el alma y el paisaje que recuerda la fragilidad existencial y trágica insignificancia del hombre moderno. Principales exponentes: Yukio Mishima (Japón, 1925 - 1970); Sidonie-Gabriel Colette (Francia, 1873 - 1954); Hermann Hesse (Alemania, 1877 - 1962); Gabriel Francisco Víctor Miró y Ferrer (España, 1879  1962).

Narrativa de denuncia social, del realismo socialista y de temas bélicos
El relato de crítica social o de denuncia social es un fenómeno narrativo propio del siglo XX, pero con amplios antecedentes que se pueden rastrear desde los tiempos antiguos, “verbi gratia”, la tragedia clásica griega y la poesía teleológica augústea de Virgilio y Horacio. No obstante, el realismo socialista o proletario –proclamado en 1934 en la URSS como el único método válido de toda la creación artística y literaria– es una adaptación de este tipo de texto narrativo, cuyo fin es simplemente convertirse en un arma de denuncia ante los abusos de los poderosos (políticos, magnates, líderes religiosos, etc.). Exige una presentación histórica concreta de la realidad en su desarrollo revolucionario y establece como misión del arte la transformación de las ideas y de la educación, completada posteriormente con la exigencia de que la literatura ha de ser partidista necesariamente. Los principios capitales son: 1) Elección de temas sencillos, sin pretensiones y cercanos a la realidad, con un fuerte contenido ideológico. 2) La perspectiva social o socialista. 3) El encumbramiento del héroe positivo y de lo típico. En la narrativa de denuncia, las descripciones de realidades sociales injustas se suponen que son objetivas, pero. al estar influidas por el socialismo u otras ideologías que buscan redimir a los desposeídos. caen en un panfletarismo tedioso y un proselitismo evidente. Puede tomar, según la función consciente o inconsciente que quiera adjudicársele al texto, rasgos de un tipo de literatura planificada o comprometida. Inclusive los textos narrativos centrados en tópicos de guerra, a pesar de que su objetivo es presentar un cuadro crudo y ultrarrealista de los hechos que acaecen durante conflagraciones bélicas, su génesis ha estado siempre motivada por un compromiso social, pues el autor, quiera o no, toma partido con alguno de los bandos, y ensalza o defiende a uno y vilipendia o desautoriza al otro, de ahí también su estrecha relación con las novelas y los relatos de denuncia. Principales exponentes: Henri Barbusse (Francia, 1873 - 1935); George Orwell (Inglaterra, 1903 - 1950); Heinrich Mann (Alemania, 1871 - 1950); Aleksandr Soljenitsin (Rusia, 1918); Harry Sinclair Lewis (EUA, 1885 - 1951); Upton Beall Sinclair (EUA, 1878 - 1968).

Narrativa intelectual y experimental proustiana
Esta narrativa, como el nombre sugiere, marca un cambio en la forma de contar que hasta el momento se había venido siguiendo (el modelo del siglo XIX, específicamente): la perspectiva del narrador, los juegos temporales, las instancias narrativas, los parlamentos de los personajes, la visión de mundo, toda la estructura del relato decimonónico entra en decadencia, y los autores, fuertemente influidos por técnicas del punto de vista (tomadas de la cinematografía), las ponen en práctica. Pero estas narraciones de corte experimental no son solo eso, simples experimentos de forma, sino que ello es tan solo un mecanismo diferente para exteriorizar experiencias íntimas, de hombres entregados a un sentimiento de angustia, con una obsesión latente de la muerte y de la cotidiana invasión del ser acechado por el tiempo y los cambios, pues de instante en instante, de un presente indecible a un pasado apenas esfumado, se ve cómo se suceden en él múltiples y heterogéneos aspectos, el yo interno, el inconsciente. La cuestión que embarga a estos narradores es el tan complejo, tan metafísico y tan etéreo problema del tiempo (el estigma de Henri Bergson, sin duda), asunto de intelecto y deliberación, que incluye la inquietud eterna de las dimensiones existenciales, de épocas y yo diferentes, entre los cuales la reflexión consciente no puede hallar ninguna relación sino sólo mediante asociaciones de reminiscencias inconscientes. Los autores experimentales, convencidos de la suprema magia del arte, tratan de captar esa duración interior del tiempo mediante imágenes y metáforas. Aquí, el tiempo y el inconsciente tienen principalísimo papel, en lo cual coinciden con varias tendencias modernas. Por lo general, este interés temporal obliga un estilo lento, pausado, menudo, deliberadamente demorado, ante la exigencia de los minuciosos análisis psicológicos. En todos estos narradores, es notoria la preocupación por traducir la realidad no como ella es en sí misma, de modo concreto, sino como sus conciencias la sentían, aun cuando en la circunstancia del relato no ocurra nada, ni existan argumentos en el sentido de la narrativa tradicional. Principales exponentes: Giuseppe Tomasi di Lampedusa (Italia, 1896 - 1957); Marcel Proust (Francia, 1871  1922); Virginia Woolf (Inglaterra, 1822 - 1942): Thomas Mann (Alemania, 1875 - 1955); Arthur Schnitzer (Austria, 1862 - 1931); Ernest Hemingway (EUA, 1899  1961); Vladimir Vladimirovich Nabokov (EUA, 1899 - 1977); William Faulkner (EUA, 1897  1962); Torcuato Luca de Tena (España, 1897 - 1975); Francisco Ayala (1906 - ¿?).

Narrativa surrealista o superrealista
La narrativa surrealista toma las características del Surrealismo, denominado también Superrrealismo, Suprarrealismo o Sobrerrealismo. Es una tendencia plástica y literaria que sostiene la primacía de los valores poéticos sobre los lógicos, afirmando que la obra de arte nace del inconsciente. Se propone sobrepasar la realidad y trae a la literatura elementos como los sueños y asociaciones automáticas o inconscientes, exteriorizando, a través de medios lingüísticos o plásticos, la totalidad del alma humana. El Superrealismo no quiso crear una nueva escuela literaria, se afirmó contrario a toda literatura. Se presentó como un estado de espíritu revolucionario, un método de conocimiento, una interpretación del mundo. Su propósito era combatir la lógica y la razón, cultivar la aventura, lo maravilloso; devolver sus derechos a la imaginación y afirmar la total libertad del hombre. El Superrealismo estuvo íntimamente vinculado a la crisis moral y política surgida de la Primera Guerra Mundial, y fue a la vez heredero de los movimientos culturales que lo precedieron; pero decisiva influencia tuvo la teoría y la técnica del psicoanálisis de Sigmund Freud. Su método de tratamiento por la libre asociación fue adaptado al ejercicio del automatismo literario con fines poéticos o, según Breton, sirvió al propósito de renovar los métodos del conocimiento. Principales exponentes: Guillaume Apollinaire (Francia, 1880 - 1918); Jean Cocteau (Francia, 1889  1963); Louis Aragón (Francia, 1897  ¿?); Philippe Soupault (Francia, 1897 - ¿?).

Narrativa de pasatiempo, evasiva o escapista (la novela rosa)
En términos generales, la evasión, el escape, la huida significa la fuga del yo ante determinadas condiciones y circunstancias de la vida y del mundo, y, correlativamente, implica la búsqueda y la construcción de un mundo nuevo, imaginario, diverso de aquél del cual se huye, y que funciona como sedante, como compensación ideal, como objetivación de sueños y aspiraciones. La literatura evasiva pretende que el escritor lector se fugue en el tiempo y en el espacio de la sociedad mediocre que  lo circunda y lo esclaviza con su utilitarismo y masificación, así como de la injusticia social y la incomprensión que lo rodea, así como de los problemas y sentimientos íntimos que torturan sus almas y del tedio, el “spleen”, el sentimiento de abandono y de soledad, de la angustia existencial que lo frustra ante fatales cuestiones e incertidumbres. La evasión del escritor lector puede realizarse –en el plano de la creación literaria– de diferentes modos: 1) Transformando la literatura en una verdadera religión, en una actividad tiránica y absorbente, en cuyo seno, el artista, arrastrado por las torturas y los éxtasis de su creación, olvida el mundo y la vida. 2) Buscando en épocas remotas las bellezas exóticas y prohibidas por las nuevas sociedades, así como los paisajes embelesadores. 3) Creando viajes imaginarios a tiempos antiguos en pos del sitio perfecto donde extasiar su mirada y descansar su cuerpo agotado de lo cotidiano, lo usual, lo gastado. 4) Anhelando la infancia, la juventud, la inocencia, la madre, la ternura, la despreocupación y todas los efectos nostálgicos a que conlleva su retorno, además de las eras imaginarias ideadas en la niñez (juegos, cosmos y personajes inventados). 5) Perfilando personajes que presentan las cualidades y viven las aventuras que el escritor lector ha deseado para sí inútilmente. 6) Evocando paraísos y ensoñaciones producto del empleo de drogas, alcohol, orgías, etc. 7) Insertando a los personajes en situaciones sentimentales e intimistas con finales felices, en ambientes agradables y en situaciones irreales, propio de la narrativa rosa o de los llamados “romances”. Este tipo de narrativa es la antípoda de la narrativa de denuncia social, reestructurada y explotada, principalmente, en los países capitalistas, como Estados Unidos, donde la cultura del consumismo es lo que impera, sobre otros intereses. Principales exponentes: Vicky Baum (Austria -EUA, 1888 - 1960); Anita Loos (EUA, 1893  ¿?); Margaret Mitchel (EUA, 1900 - 1949); Zona Gale (EUA, 1874 - 1938); Rafael Pérez y Pérez (España, 1891).

Narrativa fantástica, terrorífica o neogótica
Sigue la tradición del narrativa fantástica del siglo precedente, con algunas variantes: situaciones sobrenaturales e historias sorprendentes y sorpresivas, cuyos misteriosos personajes oscilan entre el sueño y la realidad, y en cuyo desarrollo, ajeno a los modelos clásicos del género, lo fantástico se desliza insensiblemente a través de inquietantes episodios de constante “suspense”, tomado de la técnica cinematográfica también explotada en las novelas de crímenes. Principales exponentes: Valentine Penrose (Francia, 1898 - 1978); Algernon Blackwood (Inglaterra, 1869 - 1951); Daphne Du Maurier (Inglaterra, 1907 - 1989); Arthur Machen (Inglaterra, 1863 - 1947); Karen Blixen-Fineke (Dinamarca, 1885 - 1962); Clark Ashton Smith (EUA, 1893 - 1961); Haward Philips Lovecraft (EUA, 1890 - 1937); Robert Bloch (EUA, 1917 - 1994).

Narrativa maravillosa científica, de ciencia ficción o fantaciencia
La narrativa ciencia ficción es un extraño y ambiguo fenómeno que tuvo sus inicios espectaculares durante el siglo XIX, pero se asienta con mayor fuerza e interés ya en el siglo XX; se caracteriza por falsear la autenticidad tecnológica con ribetes de cientificismo o pseudocientificismo. No obstante, la ciencia ficción o fantaciencia ha alcanzado un éxito mundial creciente, sin duda por ese fenómeno social de que el “hombre-masa” –desbordado en su imaginación por las realizaciones de la ciencia aplicada de una sociedad de consumo-- está dispuesto a admitir todo o casi todo lo que se le quiera contar. Principales exponentes: Isaac Asimov (EUA, 1920 - 1992); Ray Bradbury (EUA, ¿? - ¿?):

Narrativa de detectives, de crímenes y de espionaje
Los hechos históricos con que se inaugura el siglo XX (que, lamentablemente, formarán parte de todo el contexto –como los crímenes políticos, los asesinatos por encargo, los crímenes de guerra cometidos por profesionales, el espionaje y el contraespionaje, etc. –) ofrecen material de sobra a los escritores de la tradicional novela de detectives para cambiar o trascender a un nuevo estilo narrativo, dentro de este género. Los detectives seguirán de moda, pero los crímenes variarán considerablemente, tanto así que un relato policíaco se determinará con base en el punto de vista del autor con respecto al fenómeno criminal, ya sea si lo que le interesa es continuar poniendo al detective, inspector u oficial como centro y señor de la historia, o bien, centrarse en la historia del crimen, el criminal y los motivos que le dieron origen. A raíz de todo esto –surgidas del mismo seno de la narrativa policíaca– comienzan a perfilarse, “grosso modo”, tres tendencias: 1) la narrativa meramente detectivesca o de detectives (la que se conoce tradicionalmente como policíaca); 2) la narrativa de crímenes; 3) la narrativa de espionaje o de “suspense”. Principales exponentes: Georges Simenon (Bélgica, 1903 - ¿?); Agatha Christie (Inglaterra, 1891 - 1976); Dorothy Leigh Sawyers (Inglaterra, 1893 - 1957); Eden Phillpotts (Inglaterra, 1862 - 1960); Earle Stanley Gardner (EUA, 1890 - 1970); John Dickson Carr (EUA, 1905 - ¿?); Raymond Chandler (EUA, 1888 - 1959); Rex Stout (EUA, 1886 - ¿?); S. S. Van Dine (EUA, 1888 - 1939).